Naamán el Sirio y la niña
esclava prisionera de guerra
2 Reyes 5:1-27
El arte narrativo del
autor muestra su gran sentido del humor y una fina ironía: el varón grande,
valeroso, general del ejército y valioso para su nación padece de una
enfermedad de la piel. El aparato real y la burocracia que se mueven para
lograr su sanidad sobrepasan en mucho a las proporciones de la enfermedad. Sin
embargo, para Naamán y todo su pueblo,
el asunto es de suma importancia; los regalos para el profeta de Samaria así lo
demuestran: treinta mil monedad de plata, seis mil monedad de oro y diez trajes
nuevos de tela muy fina.
Esa enfermedad y la
gran figura del enfermo causan revuelo en Israel y su corte real. En contraste,
el texto presenta a una niña prisionera. Ella no sirve al rey, sino a la esposa
de Naamán. No llego con la pompa de Naamán, rodeada de dignidad y poder, sino
como una esclava de guerra. Pertenecía a la nación conquistada y siempre
permaneció en el anonimato. Pero esa niña fue el instrumento divino para lograr
la salvación del general.
Se imagina usted a una
niña esclava dándole un consejo a la esposa del hombre fuerte de Siria. La
Biblia no menciona el nombre de ella, pero sí narra acerca de su fe en el Dios
que ella amaba y cómo el Señor podía sanar a su amo a través del profeta
Eliseo:
“Y de Siria habían
salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una
muchacha la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase
mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 Reyes
5:2-3).
Esta niña era sierva de
la esposa del hombre más poderoso del ejército sirio; sin embargo, este
caballero se había contagiado de lepra. Una enfermedad que produce llagas,
deforma el cuerpo, ataca el sistema nervioso, y es altamente contagiosa, lo que
provoca que el enfermo tenga que ser aislado de su familia y de la sociedad.
Por todo esto, Naamán
estaba angustiado, necesitaba un “milagro”, por eso la niña habló con su ama y
le dijo esa frase que cambiaría la vida de su esposo: “Si rogase mi señor al
profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”.
La jovencita estaba
preocupada y externó su ternura, compasión por el estado de salud de su amo.
Ella no tuvo dificultad en creer que Dios era el único que podía sanarlo.
Naamán obedeció y fue a
buscar al profeta Eliseo, el cual no salió a atenderlo, pero a través de un
siervo le dijo que fuera a zambullirse siete veces, en el Río Jordán y así Dios
lo sanaría. Su ego nacionalista le impide ver que Israel tuviera algo mejor que
Siria. Y cuando está a punto de perder la posibilidad de sanidad y nueva vida,
otra vez se levantan los de abajo, sus esclavos, para hacerlo entrar en razón.
Esta receta no le gustó
al hombre fuerte de Siria pero, pese a que la cuestionó, hizo conforme a lo que
le dijo el varón de Dios. Cuando Naamán se sumergió la séptima vez en el río,
su piel le fue restaurada: “su carne se volvió como la carne de un niño y quedó
limpio” (2 Reyes 5:14).
Todos los tratamientos,
visitas al médico, diagnósticos y la desesperanza quedaron sepultados en el
fondo del Jordán. Cuando emergió del agua, un hombre nuevo salió a flote: ¡Dios
lo había sanado de manera inmediata! Todo conforme al consejo que le había dado
el profeta Eliseo, gracias a la recomendación que le hizo la esclava de su
esposa.
Ese día, Naamán se
volvió un creyente: “...He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la
tierra, sino en Israel” (2 Reyes 5:15a).
1. La fe de la sierva
de Naamán fue exaltada por Dios, su compasión y amor por el prójimo hizo que
este hombre creyera en el único Dios verdadero.
2. La fe no depende de
la madurez cristiana, sino de una disposición de creerle a Dios.
3. La fe, la obediencia
y creer en el poder de Dios fueron la clave para que Naamán sanara mediante un
“método” sencillo.
Un extranjero, miembro
de una nación enemiga de Israel recibe salud del Dios de Israel.
Jesús hace mención de
este relato cuando menciona que en Israel en tiempos del profeta Eliseo había
muchos que padecían lepra pero ninguno de ellos fue limpiado, solo sana al
extranjero, Naamán el sirio. Lucas 4:27
Las cortes reales de Siria e Israel, que debían ser centros de decisiones sabias y efectivas, quedan desenmascaradas por las palabras y consejos de la niña. Los reyes no saben dónde encontrar la respuesta al problema; la niña sí.